viernes, 2 de marzo de 2007

Pedro Abelardo Heráclito Parménides

Quaestio es una contradicción-La lucha de opuestos-No hay opuesto, hay UNO

En la quaestio se discute (logos)-El logos en el primer fragmento-N/A

Hay apertureidad en Abelardo (ciudad)-Retrotracción a sí mismo-N/A

Ciencia única (teología)-N/A-Cuestión del Uno como principio

Operación del principio de autoridad-N/A-Las diosa que da palabra

Posición conceptualista-Eterno devenir-Lo estático del Uno

Discurso reflexivo (catedrales)-El logos como reflexión-N/A

Entendimiento como busqueda de Dios-N/A-En el timos, hay busqueda de Dios

Contraposición de lo espiritual y la inteligencia-Crítica a la religión homérida-N/A

Teología nueva=intelecto-logos vs. mítico-Mítico aún.

jueves, 1 de marzo de 2007

Tarea 4

Para comenzar, la primera diferencia que se puede notar entre Heráclito y Parménides reside en el hecho del reposo y el movimiento. Para el primero, todo está en constante cambio, todo fluye, nada permanece igual. Otro postulad de este pensador radica en que para él hay armonía de contrarios. Hay un punto controversial en el postulado heraclitiano que llamó mucho mi atención y que, a mi punto de vista, es semejante a lo que plantea Abelardo cuando éste último afirma que no existe algo común, universal, un concepto, que unifique –en referencia a que las palabras son sermones dotados de significado-. Así, pues, cito a Cornford en su obra Antes y después de Sócrates (p. 136) para apreciar la comparación: “Nunca hubo, ni habrá, una unidad primitiva e indiferenciada, que permanezca igual a sí misma”. Al igual, en los ejemplos empleados para determinar qué es lo que hay en común en “Sócrates es hombre” y Platón es hombre” podemos ver que su punto en común es su diferencia: se parecen en lo que no son. Sócrates y Platón son, pero al mismo tiempo no son. Dice Abelardo: “Nos referimos a algo que es lo mismo y no es lo mismo en ambos casos”. Esto resuena indudablemente a Heráclito: “No entienden que aquello que está en oposición llega a una tregua consigo mismo. Es armonía de tensiones opuestas, cual la del arco y la lira”. En el caso de la Trinidad, que para Abelardo son sólo tres modos distintos para nombrar a la misma divinidad, vuelve a surgir la postura de Heráclito: “Desea y no desea ser llamado con el mismo nombre de Zeus”: se aprecia el unívoco.
Es exactamente en este punto donde entran en desacuerdo Heráclito y, en mi apreciación, también Abelardo con Parménides, ya que, para este último, lo que es, es, y no puede no ser; lo que no es, no es, y no puede ser. E incluso cuando afirma que lo que es puede ser pensado o conocido, formulado o nombrado con propiedad; lo que no es, no puede ser ninguna de estas cosas. Para él, el reposo, lo inmóvil, lo inmutable, lo uno es lo real, a diferencia del movimiento, el cambio, lo múltiple que los considera irreales. Esta postura es totalmente opuesta a la de Heráclito, como se puede apreciar.
He de decir que no sólo están en oposición estos tres pensadores, sino que también existen, cuando menos, un punto en común entre ellos, a saber: la razón. Para Abelardo, todo el contenido de la fe debe razonarse; en Parménides se ve esto cuando la divinidad le aconseja que “juzgue, usando su razonamiento, la disputadísima prueba”; así, pues, en Heráclito, el concepto de logos, en sus múltiples significaciones que podemos atribuirle, es el eje central del orden. Este concepto puede ser entendido como: razón, justicia, destino, ley, providencia, dios...
Con esto, pude percatarme de que hay más semejanzas entre Abelardo y Heráclito que con Parménides, pero más allá de una comparación entre posturas de pensamiento, no hay que olvidar que cada uno de ellos se desarrollaron en un contexto histórico muy distinto y que, para mí, una comparación entre ellos resulta innecesaria.

Árbol de Porfirio




El Arbor Porphyriana o Árbol de Porfirio ilustra la clasificación que el filósofo dio a las substancias. En este árbol, los conceptos van de lo universal a lo particular y con él se inició el nominalismo que se podría decir que es el antecedente de las modernas clasificaciones taxonómicas.

Porfirio, con la Isagoge o Tratado de las cinco voces, gozó de mucho prestigio entre los filósofos medievales y apareció como partidario de Aristóteles.

El Tratado de las cinco voces estudia las cinco maneras en que el predicado de un juicio puede ser enunciado de un sujeto (género, especie, diferencia específica, propio y accidente) y sirve como una introducción a las categorías de Aristóteles.

Referencias:

Maurice de Wolf, Historia de la filosofía medieval, Vol. I, Ed. Jus, México, DF., 1945
http://es.wikipedia.org/wiki/Porfirio

Tomás de Aquino

Tomás de Aquino

Considerado el filósofo y el teólogo de mayor relieve dentro de la filosofía escolástica. Nació en el castillo de Roccasecca, Frosinone, hijo de Landolfo, conde de Aquino. Se educó en el monasterio de Monte Cassino y luego en la universidad de Nápoles (1239-1244), donde a los catorce años emprende el estudio de las «artes». En 1244 ingresa en la orden de los dominicos. La madre, que se oponía a tal decisión, encarga a otro de sus hijos que le secuestre y encierre en el castillo. Libre, al fin, de la oposición de su familia, al cabo de un año marcha a París, donde es discípulo predilecto de Alberto Magno, a quien sigue luego a Colonia; vuelto a París, redacta el Comentario a las sentencias (1254-1256), inicia su labor como profesor y enseña en distintos lugares de Italia y Francia: Anagni, Orvieto, Roma, Viterbo, París y Nápoles. En esta época escribe sus obras, entre la que destacan Summa contra gentiles, escrito con finalidad misionera, y sobre todo la Summa theologiae, considerada la obra de mayor relevancia de toda la escolástica. Muere mientras se dirigía al concilio de Lyón, convocado por Gregorio X, en la abadía de Fossanova. Fue canonizado por Juan XXII, en 1323, y proclamado doctor de la Iglesia en 1567. Tras la Contrarreforma, fue considerado como el paradigma de la enseñanza católica, pero sus doctrinas no siempre habían sido comúnmente aceptadas. En 1277, el obispo de París, Tempier, instigado por el papa Juan XXI, antes Pedro Hispano, y cuyos manuales se utilizaban en muchas universidades europeas, condena un determinado número de tesis entre las cuales una veintena son tomistas; el mismo año, Roberto Kilwardby, dominico y arzobispo de Canterbury, prohíbe una treintena de tesis en la universidad de Oxford, la mayoría de las cuales son tomistas. Desde 1280, los franciscanos recurrían, con fines polémicos, a un Correctorio sobre el fraile Tomás, redactado por Guillermo de la Mare, en el que se pasaba revista a los errores tomistas.

El gran mérito que se atribuye a Tomás de Aquino es el de haber logrado la mejor síntesis medieval entre razón y fe o entre filosofía y teología. Sus obras son eminentemente teológicas, pero, a diferencia de otros escolásticos, concede, en principio, a la razón su propia autonomía en todas aquellas cosas que no se deban a la revelación. Para expresar esta autonomía y naturalidad de la razón recurre a la filosofía aristotélica como instrumento adecuado y, así, para combatir el averroísmo latino, utiliza sus propias armas: los textos mismos de Aristóteles. En la labor de armonización del aristotelismo con el cristianismo, algunas de las cuestiones que Tomás de Aquino ha de tratar de diferente manera son: Dios primer motor de un mundo eterno, el alma mera forma del cuerpo, la preexistencia de las esencias.

Concibe a Dios no meramente, a la manera de Aristóteles, como el primer motor que, desde siempre, mueve un mundo eterno, ni tan sólo a la manera de Averroes y Avicena, como causa primera de un mundo eterno, sino como el ser subsistente, o simplemente el ser mismo, noción que se constituye en la idea central de todo su sistema. «Ser», que en Aristóteles es la idea de «ser en cuanto ser», se convierte en «existir», y explica esta noción desde la idea de creación, como un recibir el ser de otro o un comenzar a existir por otro; el que crea, por tanto, ha de ser la perfección del existir, y en él se halla la plenitud o el acto puro de ser: actus essendi. Sólo en el ser subsistente, Dios, cuya esencia es existir, se identifica realmente la esencia y la existencia; en lo creado, esencia y existencia se distinguen y toda esencia, la del hombre, por ejemplo, llega a existir sólo cuando recibe el ser por la creación, siendo entonces un compuesto de esencia y existencia. La creación es un acto libre de Dios, que da origen al tiempo. La tesis del «ser como acto», central en la metafísica de Tomás de Aquino, exige el complemento de la analogía del ser: el ser que, según Aristóteles, «se dice de muchas maneras», permite entender a Dios a partir de lo creado afirmando a la vez que es muy distinto de todo lo creado. La analogía permite construir los argumentos de la existencia de Dios, o las conocidas cinco vías o maneras de llegar a saber que Dios existe a partir de las cosas.

Las ideas de Tomás de Aquino sobre el hombre son igualmente innovadoras, respecto de las de Aristóteles: el hombre es un compuesto de alma y cuerpo, pero el alma no es la mera forma del cuerpo, que perece con él; es su forma, pero le da además el ser y la individualidad: el hombre existe y es individuo por el alma, principio de vida vegetativa, sensitiva e intelectual; cada alma posee, a diferencia de lo que sostenían Averroes y Avicena, su propio entendimiento agente y su entendimiento posible; cada alma es por lo mismo depositaria de su propia inmortalidad. La autonomía que atribuye a la razón humana, aun siendo limitada, plantea en principio la posibilidad de una auténtica actividad filosófica independiente de la fe que, no obstante, Tomás de Aquino no llega a desarrollar. Escribió comentarios sobre diversas obras de Aristóteles y practicó todos los géneros literarios escolásticos de cuestiones disputadas, cuestiones cuodlibetales, tratados, etc.; destacan, además de las mencionadas, De veritate y De regimine principum.


Paulina

Árbol de Porfirio

Paulina Martínez Trápaga
Tomás de Aquino

Árbol de Porfirio

Nombre que recibe el procedimiento clasificatorio dicotómico elaborado por Porfirio en su obra conocida como la Isagogé (introducción al tratado aristotélico de las categorías), que tuvo mucha importancia en la lógica medieval. Este método procede desde el género más general hasta las últimas especies. Dicho sistema de clasificación está basado en la definición según el género y la diferencia específica, que organiza los conceptos según su extensión decreciente, con lo que muestra la regla de la variación inversa de la comprensión y la extensión; así el género más general es aquél que ya no admite un género más elevado, mientras que la especie más especial o última especie, es aquella bajo la cual ya no hay más especies. Entre ellos aparecen una serie de intermediarios que son, a la vez, géneros y especies, por ejemplo el cuerpo que es, a la vez, género del cuerpo animado y especie de la sustancia.