jueves, 1 de marzo de 2007

Tarea 4

Para comenzar, la primera diferencia que se puede notar entre Heráclito y Parménides reside en el hecho del reposo y el movimiento. Para el primero, todo está en constante cambio, todo fluye, nada permanece igual. Otro postulad de este pensador radica en que para él hay armonía de contrarios. Hay un punto controversial en el postulado heraclitiano que llamó mucho mi atención y que, a mi punto de vista, es semejante a lo que plantea Abelardo cuando éste último afirma que no existe algo común, universal, un concepto, que unifique –en referencia a que las palabras son sermones dotados de significado-. Así, pues, cito a Cornford en su obra Antes y después de Sócrates (p. 136) para apreciar la comparación: “Nunca hubo, ni habrá, una unidad primitiva e indiferenciada, que permanezca igual a sí misma”. Al igual, en los ejemplos empleados para determinar qué es lo que hay en común en “Sócrates es hombre” y Platón es hombre” podemos ver que su punto en común es su diferencia: se parecen en lo que no son. Sócrates y Platón son, pero al mismo tiempo no son. Dice Abelardo: “Nos referimos a algo que es lo mismo y no es lo mismo en ambos casos”. Esto resuena indudablemente a Heráclito: “No entienden que aquello que está en oposición llega a una tregua consigo mismo. Es armonía de tensiones opuestas, cual la del arco y la lira”. En el caso de la Trinidad, que para Abelardo son sólo tres modos distintos para nombrar a la misma divinidad, vuelve a surgir la postura de Heráclito: “Desea y no desea ser llamado con el mismo nombre de Zeus”: se aprecia el unívoco.
Es exactamente en este punto donde entran en desacuerdo Heráclito y, en mi apreciación, también Abelardo con Parménides, ya que, para este último, lo que es, es, y no puede no ser; lo que no es, no es, y no puede ser. E incluso cuando afirma que lo que es puede ser pensado o conocido, formulado o nombrado con propiedad; lo que no es, no puede ser ninguna de estas cosas. Para él, el reposo, lo inmóvil, lo inmutable, lo uno es lo real, a diferencia del movimiento, el cambio, lo múltiple que los considera irreales. Esta postura es totalmente opuesta a la de Heráclito, como se puede apreciar.
He de decir que no sólo están en oposición estos tres pensadores, sino que también existen, cuando menos, un punto en común entre ellos, a saber: la razón. Para Abelardo, todo el contenido de la fe debe razonarse; en Parménides se ve esto cuando la divinidad le aconseja que “juzgue, usando su razonamiento, la disputadísima prueba”; así, pues, en Heráclito, el concepto de logos, en sus múltiples significaciones que podemos atribuirle, es el eje central del orden. Este concepto puede ser entendido como: razón, justicia, destino, ley, providencia, dios...
Con esto, pude percatarme de que hay más semejanzas entre Abelardo y Heráclito que con Parménides, pero más allá de una comparación entre posturas de pensamiento, no hay que olvidar que cada uno de ellos se desarrollaron en un contexto histórico muy distinto y que, para mí, una comparación entre ellos resulta innecesaria.

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